viernes, 30 de septiembre de 2022
Análisis del cuadro Las Meninas
- Velázquez, Diego Rodríguez de Silva y
- La familia de Felipe IV, o Las Meninas
- Hacia 1656
- Técnica: Óleo.
- Soporte: Lienzo.
- Medidas: 318 cm x 276 cm.
- Escuela :Española.
- Tema : Retrato
Esta pintura al óleo fue realizada a mediados del S.XVII por uno de los grandes artistas de la historia del arte español: Velázquez.
Dedicado al estudio de la pintura desde los once años, este sevillano del Siglo de Oro contribuyó a ennoblecer el arte barroco español en un momento en el que las artes estaban controladas por la Iglesia y por la Corte.
Diego de Velázquez se formó en el ambiente contrarreformista español, aunque no se limitó a la estética española: sus viajes a Italia supusieron para él un afán de superación y riqueza estética.
Sus cuadros reflejan la influencia de Caravaggio, Tintoretto o Tiziano, evolucionando su pintura a partir de los conocimientos y la práctica adquirida durante sus 3 años de estancia en Italia.
En 1623, Velázquez fue nombrado Pintor del Rey Felipe IV.
En los últimos años de su vida, pintó Las Meninas.
Si no fuera por el toque de luz que el pintor da al espejo no repararíamos en ellos, e incluso parece que sea un cuadro más dentro de la estancia. Este juego visual, un tanto enigmático, nos permite obtener más información de las personas que hay en el espacio representado.
La instantaneidad del momento se puede ver en los gestos de los personajes, que parecen haber sido alertados por la llamada de alguien exterior a la escena.
El espacio:
*.- Velázquez nos presenta en esta obra la intimidad del Alcázar y con su maestría nos hace penetrar en una tercera dimensión.
*.- Con la escena que muestra inmortaliza un solo instante de la vida cotidiana de sus personajes.
*.- La luz y la atmósfera del cuadro son la consecuencia del dominio y el genio artístico del pintor sevillano.
*.- Lo más original de Las Meninas es el juego de miradas y espejos que contiene, un efecto habitual en el arte Barroco.
*.- La mirada: Velázquez nos mira fijamente:
Velázquez (la mirada del pintor) se retrata en el cuadro pintando a los reyes, cuya imagen vemos reflejada en un pequeño y poco destacado espejo, al fondo de la escena.
Como espectadores, nos sentimos observados ante la mirada del pintor. Nuestra visión de la escena es la misma que la de los reyes que están siendo retratados por Velázquez.
Este gesto de Velázquez confirma la importancia que en aquel momento tenía la figura del pintor en la corte (que cobra protagonismo en un retrato real). Además, da un paso importante en la representación del mundo real a través del arte, ya que consigue integrar el espacio del espectador (nuestra mirada) con el espacio representado (la mirada de los reyes).
Biografía y etapas:
viernes, 16 de septiembre de 2022
"El Quijote" primera parte capítulo 8: episodio de los molinos de viento.
Capítulo VIII
Del buen suceso1 que el
valeroso don Quijote tuvo en la espantable y
jamás imaginada aventura de los molinos de
viento,2 con
otros sucesos dignos de felice
recordación
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra3, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra4.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes5, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras6: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla7.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante8, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometerI. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes9, que ni oíaII las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran, antes iba diciendo en voces altas:
—Non fuyades10, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:
—Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo11, me lo habéis de pagar.
Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre12, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero13, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante.
—¡Válame Dios! —dijo Sancho—. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?
—Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza14; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad15, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo16 han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.
—Dios lo haga como puede —respondió Sancho Panza.
Y, ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba17. Y, hablando en la pasada aventura18, siguieron el camino del Puerto Lápice19, porque allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero20; sino que iba muy pesaroso, por haberle faltado la lanza; y diciéndoselo a su escudero, le dijo:
—Yo me acuerdo haber leído que un caballero español llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una batalla roto la espadaIII, desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel día y machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre «Machuca»21, y así él como sus decendientes se llamaron desde aquel día en adelante «Vargas y Machuca». Hete dicho esto porque de la primera encina o roble que se me depare pienso desgajar otro tronco, tal y tan bueno como aquel que me imagino; y pienso hacer con él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a vellas y a ser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas.
—A la mano de Dios22 —dijo Sancho—. Yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída.
—Así es la verdad —respondió don Quijote—, y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna23, aunque se le salgan las tripas por ella.
—Si eso es así, no tengo yo que replicar —respondió Sancho—; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.
"El Quijote" capítulo 10 segunda parte (fragmento)
Capítulo X
Donde se cuenta la industria que
Sancho tuvo para encantar a la señora
Dulcinea1,
y de otros sucesos tan ridículos como
verdaderos
Llegando el autor desta grande historia a contar lo que en este capítulo cuenta, dice que quisiera pasarle en silencio, temeroso de que no había de ser creído, porque las locuras de don Quijote llegaron aquí al término y raya de las mayores que pueden imaginarse, y aun pasaron dos tiros de ballesta más allá de las mayores. Finalmente, aunque con este miedo y recelo, las escribió de la misma manera que él las hizo, sin añadir ni quitar a la historia un átomo de la verdad, sin dársele nada por objecionesI que podían ponerle de mentiroso; y tuvo razón, porque la verdad adelgaza y no quiebra2, y siempre anda sobre la mentira, como el aceite sobre el agua.
Y así, prosiguiendo su historia, dice que así como don Quijote se emboscó en la floresta, encinar o selva junto al gran Toboso, mandó a Sancho volver a la ciudad y que no volviese a su presencia sin haber primero hablado de su parte a su señora, pidiéndola fuese servida de dejarse ver de su cautivo caballero3 y se dignase de echarle su bendición, para que pudiese esperar por ella felicísimos sucesos de todos sus acometimientos y dificultosas empresas. Encargóse Sancho de hacerlo así como se le mandaba y de traerleII tan buena respuesta como le trujo la vez primera.
—Anda, hijo —replicó don Quijote—, y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de hermosura que vas a buscar. ¡Dichoso tú sobre todos los escuderos del mundo! Ten memoria, y no se te pase della cómo te recibe: si muda las colores el tiempo que la estuvieres dando mi embajada4; si se desasosiega y turba oyendo mi nombre; si no cabe en la almohada5, si acaso la hallas sentada en el estrado rico de su autoridad; y si está en pie, mírala si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie; si te repite la respuesta que te diere dos o tres veces; si la muda de blanda en áspera, de aceda en amorosa6; si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no esté desordenado... Finalmente, hijo, mira todas sus acciones y movimientos, porque si tú me los relatares como ellos fueron, sacaré yo lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca de lo que al fecho de mis amores toca: que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes las acciones y movimientos exteriores que muestran cuando de sus amores se trata son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa. Ve, amigo, y guíete otra mejor ventura que la mía, y vuélvate otro mejor suceso del que yo quedo temiendo y esperando en esta amarga soledad en que me dejas7.
—Yo iré y volveré presto —dijo Sancho—; y ensanche vuestra merced, señor mío, ese corazoncillo, que le debe de tener agora no mayor que una avellana, y considere que se suele decir que buen corazón quebranta mala ventura, y que donde no hay tocinos, no hay estacas8; y también se dice: «Donde no piensaIII, salta la liebre9». Dígolo porque si esta noche no hallamos los palacios o alcázares de mi señora, agora que es de día los pienso hallar, cuando menos los pienseIV; y hallados, déjenme a mí con ella.
—Por cierto, Sancho —dijo don Quijote—, que siempre traes tus refranes tan a pelo de lo que tratamos10 cuanto me dé Dios mejor ventura en lo que deseo.
Esto dicho, volvió Sancho las espaldas y vareó su rucio11, y don Quijote se quedó a caballo descansando sobre los estribos y sobre el arrimo de su lanza12, lleno de tristes y confusas imaginaciones, donde le dejaremos, yéndonos con Sancho Panza, que no menos confuso y pensativo se apartó de su señor que él quedaba13; y tanto, que apenas hubo salido del bosque, cuando, volviendo la cabeza, y viendo que don Quijote no parecía14, se apeó del jumento y, sentándose al pie de un árbol, comenzó a hablar consigo mesmo y a decirse15:
—Sepamos agora, Sancho hermano, adónde va vuesa merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya perdido16? —No, por cierto. —Pues ¿qué va a buscar? —Voy a buscar, como quien no dice nada, a una princesa, y en ella al sol de la hermosura y a todo el cielo junto. —¿Y adónde pensáis hallar eso que decís, Sancho? —¿Adónde? En la gran ciudad del Toboso. —Y bien, ¿y de parte de quién la vais a buscar? —De parte del famoso caballero don Quijote de la Mancha, que desface los tuertos y da de comer al que ha sed y de beber al que ha hambre17. —Todo eso está muy bien. ¿Y sabéis su casa, Sancho? —Mi amo dice que han de ser unos reales palacios o unos soberbios alcázares. —¿Y habéisla visto algún día por ventura? —Ni yo ni mi amo la habemos visto jamás. —¿Y paréceos que fuera acertado y bien hecho que si los del Toboso supiesen que estáis vos aquí con intención de ir a sonsacarles sus princesas18 y a desasosegarles sus damas, viniesen y os moliesen las costillas a puros palos y no os dejasen hueso sano? —En verdad que tendrían mucha razón, cuando no considerasen que soy mandado, y que
—No os fiéis en eso, Sancho, porque la gente manchega es tan colérica como honrada y no consiente cosquillas de nadie20. Vive Dios que si os huele, que os mando mala ventura21. — ¡Oxte, puto! ¡Allá darás, rayo22! ¡No, sino ándeme yo buscando tres pies al gato por el gusto ajeno! Y más, que así será buscar a Dulcinea por el Toboso como a Marica por Ravena o al bachiller en Salamanca23. ¡El diablo, el diablo me ha metido a mí en esto, que otro no!
Este soliloquio pasó consigo Sancho, y lo que sacó dél fue que volvió a decirse:
—Ahora bien, todas las cosas tienen remedio, si no es la muerte24, debajo de cuyo yugo hemos de pasar todos, mal que nos pese, al acabar de la vida. Este mi amo por mil señales he visto que es un loco de atar, y aun también yo no le quedo en zaga25, pues soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refrán que dice: «Dime con quién andas, decirte he quién eres», y el otro de «No con quien naces, sino con quien paces26». Siendo, pues, loco, como lo es, y de locura que las más veces toma unas cosas por otras y juzga lo blanco por negro y lo negro por blanco, como se parecióVI cuando dijo que los molinos de viento eran gigantes, y las mulas de los religiosos dromedarios27, y las manadas de carneros ejércitos de enemigos, y otras muchas cosas a este tono28, no será muy difícil hacerle creer que una labradora, la primera que me topare por aquí, es la señora Dulcinea; y cuando él no lo crea, juraré yo, y si él jurare, tornaré yo a jurar, y si porfiare, porfiaré yo más, y de manera que tengo de tener la mía siempre sobre el hito, venga lo que viniere29. Quizá con esta porfía acabaré con él que no me envíe otra vez a semejantes mensajerías30, viendo cuán mal recado le traigo dellas, o quizá pensará, como yo imagino, que algún mal encantador de estos que él dice que le quieren mal la habrá mudado la figura, por hacerle mal y daño.
Con esto que pensó SanchoVII Panza quedó sosegado su espíritu y tuvo por bien acabado su negocio, y deteniéndoseVIII allí hasta la tarde31, por dar lugar a que don Quijote pensase que leIX habíaX tenido para ir y volver del Toboso32. Y sucedióle todo tan bien, que cuando se levantó para subir en el rucio vio que del Toboso hacia donde él estaba venían tres labradoras sobre tres pollinos, o pollinas, que el autor no lo declara, aunque más se puede creer que eran borricas33, por ser ordinaria caballería de las aldeanas; pero como no va mucho en esto34, no hay para qué detenernos en averiguarlo. En resolución, así como Sancho vio a las labradoras, a paso tirado volvió a buscar a su señor don Quijote, y hallóle suspirando y diciendo mil amorosas lamentaciones. Como don Quijote le vio, le dijo:
—¿Qué hay, Sancho amigo? ¿Podré señalar este día con piedra blanca o con negra35?
—Mejor será —respondió Sancho— que vuesa merced la señaleXI con almagre, como rétulosXII de cátedras36, porque le echen bien de ver los que le vieren.
—De ese modo —replicó don Quijote—, buenas nuevas traes.
—Tan buenas —respondió Sancho—, que no tiene más que hacer vuesa merced sino picar a Rocinante y salir a lo raso a ver a la señora Dulcinea del Toboso37, que con otras dos doncellas suyas viene a ver a vuesa merced.
—¡Santo Dios! ¿Qué es lo que dices, Sancho amigo? —dijo don Quijote—. Mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas.
—¿Qué sacaría yo de engañar a vuesa merced —respondió Sancho—, y más estando tan cerca de descubrir mi verdad? Pique, señor, y venga, y verá venir a la princesa nuestra ama vestida y adornada, en fin, como quien ella es. Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro38, todas mazorcasXIII de perlas39, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos40; los cabellos, sueltos por las espaldas, que son otros tantos rayos del sol que andan jugando con el viento41; y, sobre todo42, vienen a caballo sobre tres cananeas remendadas43, que no hay más que ver44.
—Hacaneas querrás decir, Sancho.
—Poca diferencia hay —respondió Sancho—XIV; de cananeas a hacaneas; pero, vengan sobre lo que vinieren, ellas vienenXV las más galanas señoras que se puedan desear, especialmente la princesa Dulcinea mi señora, que pasma los sentidos.
—Vamos, Sancho hijo —respondió don Quijote—, y en albricias destas no esperadas como buenas nuevas45 te mando el mejor despojo que ganare en la primera aventura que tuviere46, y si esto no te contenta, te mando las crías que este año me dieren las tres yeguas mías, que tú sabes que quedan para parir en el prado concejil de nuestro pueblo47.
—A las crías me atengo —respondió Sancho—, porque de ser buenos los despojos de la primera aventura no está muy cierto48.
Ya en esto salieron de la selva y descubrieron cerca a las tres aldeanas. Tendió don Quijote los ojos por todo el camino del Toboso, y como no vio sino a las tres labradoras, turbóse todo y preguntó a Sancho si las había dejado fuera de la ciudad.
—¿Cómo fuera de la ciudad? —respondióXVI—. ¿Por ventura tiene vuesa merced los ojos en el colodrillo49, que no vee que son estas las que aquí vienen, resplandecientes como el mismo sol a medio día?
—Yo no veo, Sancho —dijo don Quijote—, sino a tres labradoras sobre tres borricos.
—¡Agora me libre Dios del diablo! —respondió Sancho—. ¿Y es posible que tres hacaneas, o como se llaman, blancas como el ampo de la nieve50, le parezcan a vuesa merced borricos? ¡Vive el Señor que me pele estas barbas si tal fuese verdad!
—Pues yo te digo, Sancho amigo —dijo don Quijote—, que es tan verdad que son borricos, o borricas, como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza; a lo menos, a mí tales me parecen.
—Calle, señor —dijo Sancho—, no diga la tal palabra51, sino despabile esos ojos y venga a hacer reverenciaXVII a la señora de sus pensamientos, que ya llega cerca.
Y, diciendo esto, se adelantó a recebir a las tres aldeanas y, apeándose del rucio, tuvo del cabestro al jumento de una de las tres labradoras y, hincando ambas rodillas en el suelo, dijo:
—Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recebir en su gracia y buen talenteXVIII al cautivo caballero vuestro52, que allí está hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos, de verse ante vuestra magnífica presencia53. Yo soy Sancho Panza, su escudero, y él es el asendereado caballero don Quijote de la Mancha54, llamado por otro nombre el Caballero de la Triste Figura.
A esta sazón ya se había puesto don Quijote de hinojos junto a Sancho y miraba con ojos desencajados y vista turbada a la que Sancho llamaba reina y señora; y comoXIX no descubría en ella sino una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata, estaba suspenso y admirado55, sin osar desplegar los labios. Las labradoras estaban asimismo atónitas, viendo aquellos dos hombres tan diferentes hincados de rodillas, que no dejaban pasar adelante a suXX compañera; pero rompiendo el silencio la detenida, toda desgraciada y mohína56, dijo:
—Apártense nora en tal del camino, y déjenmos pasar57, que vamos depriesa.
A lo que respondió Sancho:
—¡Oh princesa y señora universal del Toboso! ¿Cómo vuestro magnánimoXXI corazón no se enternece viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia a la coluna y sustento de la andante caballería58?
Oyendo lo cual otra de las dos, dijo:
—Mas ¡jo, que te estrego, burra de mi suegro59! ¡Mirad con qué se vienen los señoritos ahora a hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos60! Vayan su camino e déjenmos hacer el nueso, y serles ha sano61.
—Levántate, Sancho —dijo a este punto don Quijote—, que ya veo que la fortuna, de mi mal no harta62, tiene tomados los caminos todos por donde pueda venir algún contento a esta ánima mezquina que tengo en las carnes. Y tú, ¡oh estremo del valor que puede desearse, término de la humana gentileza, único remedio deste afligido corazón que te adora!, ya que el maligno encantador me persigue y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos63, y para solo ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre, si ya también el mío no le ha cambiado en el de algún vestiglo, para hacerle aborrecible a tus ojos, no dejes de mirarme blanda y amorosamente, echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago la humildad con que mi alma te adora64.
martes, 13 de septiembre de 2022
Elementos fantásticos en la novela de caballería
Elementos fantásticos en las novelas de caballerías: dragones, gigantes, enanos y magos
- EL DRAGÓN:

- GIGANTES Y ENANOS:

Respecto a la figura del enano, esta se asocia con un personaje "inferior y folclórico", normalmente al servicio del caballero. En su papel de escuderos, acompañantes y mensajeros los enanos son dignos aliados del héroe al que sirven lealmente. Sin embargo, su ignorancia, su temor y su malicia, ya sean ocasión de risa o de melancolía, subrayan la idílica extravagancia de las acciones guerreras e interés amoroso del caballero,
atacando así la misma ilusión que les sustenta.
- EL MAGO
El término mago proviene del persa antiguo maguš por mediación del griego μάγος y finalmente del latín magus. El sentido original de la palabra Mago se refería a los integrantes de una tribu de Media y luego a los sacerdotes persas. En términos modernos se refiere, a una especie de astrólogo o adivino, que practica magia, hechicería o brujería. Comúnmente, "mago" se refiere a hechicero masculino, y "bruja" a una hechicera.
Originalmente, un magi era el miembro de una tribu de la antigua Media que se ocupaba de las prácticas religiosas y funerarias. Después de la conversión de esta tribu al zoroastrismo fueron considerados por los tres imperios persas guardianes del legado de Zaratustra (a pesar de que introdujeron algunas modificaciones al mensaje original). Los magos de Persia fueron incluyendo en su religión algunos temas o elementos de Babilonia, como la astrología, la demonología y la magia. En su rito religioso vertían libaciones de leche, aceite y miel sobre una llama y al mismo tiempo entonaban rezos y canciones. Llevaban vestiduras blancas, tiara, y en la mano un haz de ramas de tamarisco.
"Los elementos fantásticos no proceden a describir los hechos físicos en sí, sino que intenta objetivar una experiencia psíquica" (RUSSINOVICH, Yolanda. El Elemento mítico- simbólico en el Amadís de Gaula. Instituto Cervantes).

La novela de caballería
- •Sus autores agregaban elementos mágicos, sobrenaturales y fantásticos para acrecentar la excepcionalidad de las aventuras. Se publicaron dos grandes ciclos: el artúrico y el Carolingio.
- •En estas narraciones importan más los hechos que los personajes, los hechos se estructuran en diferentes episodios que el héroe debe atravesar salvando las diferentes pruebas que se le presentaban hasta cumplir con su misión, es decir, cumplir con el camino de héroe.
- •En general imitaban la lengua medieval y solían imprimirse en letra gótica.
- •El espacio donde transcurrían los hechos eran territorios de gran abundancia y exotismo
- • Se ubican en un pasado medieval.
- •El protagonista de las novelas de caballería eran caballeros de linaje noble y se caracterizaban por su inteligencia, su valentía y su fuerza.
- Narrador que encuentra un manuscrito antiguo que cuenta la historia del caballero en cuestión
- Amor Cortés
- •Persecución del honor
- •Lealtad al rey
- •Damas en peligro, capturadas por caballeros malos, hechicero(a)s, gigantes, enanos, bandidos, etc.
- •Mujeres falsas
- •Traición al caballero principal por envidiaLa protagonista de los libros de caballerías se suele definir como dama enamorada, y su rasgo distintivo es la belleza. Oriana es el paradigma de enamorada en los libros de caballerías (Amadís de Gaula). Otro claro ejemplo es Iseo en el Tristán de Leonís de 1501 o Claribea en el Felixmarte de Hircania.En ocasiones la condición de dama enamorada genera nuevas caracterizaciones en su imagen. Algunas de ellas son las siguientes.La doncella predestinada al amor, como Leonorina en las Sergas de Esplandián tiene un destino inminente que él es desvelado al nacer o en su infancia como la señora de amor del héroe.La doncella celosa que, por circunstancias específicas o por la intervención de otra dama enamorada, como Briolana en el Amadís de Gaula, desdeña a su caballero. Oriana es el paradigma de este tipo de dama pero hay otras tan paradigmáticas como Iseo en Tristán de Leonís o Miliana en Tristán el Joven.Otro tipo es el de la dama casada, si el matrimonio público es la culminación legal del amor la dama enamorada se convertirá en casada; como Oriselva en Espejo de príncipes y caballeros; Clorinda en Belianís de Grecia; Jelandria y Lucendria en Bencimarte de Lusitania; o Gracisa y Domás en Marsindo.La primera parte contraria a la dueña casada es la dama adúltera. Encontramos casos de este tipo femenino en los siguientes textos: Adriana en Reimundo de Grecia; la madre de Merlín en la Estoria de Merlín y Ginebra en el Lanzarote del Lago.La segunda se encarna en la dama viuda como Lucendria en Bencimarte de Lusitania o la duquesa de Nardides en Primaleón.Los elementos sobrenaturales que caracterizan también a un tipo femenino, en los libros de caballerías los encontramos en la hermana de Galaz en la Demanda del Santo Grial que encarna a la doncella incestuosa.En ocasiones, como ya hemos visto con el caso de la doncella guerrera que toma la iniciativa para formar parte de la acción caballeresca, también hay doncellas cuyo comportamiento es atrevido. Son las doncellas requeridoras de amor, como Cardenia en Florambel de Lucea o una anónima en Felixmarte de Hircania.La doncella desconsolada sufre o por la desaparición de su caballero o por la muerte de alguien cercano como en el caso de Barsina, la hija de un jayán en Cristalián de España, Clariola en Rosela de Grecia, Altinea en Filorante y Gridonia en Primaleón.
- Ramón Llull en su libro Libro de la Orden de Caballería detalla la simbología de las armas del caballero, y establece un paralelismo entre los símbolos que rodean el oficio del clérigo y los que acompañan al caballero:LA ESPADA tiene forma de cruz para recordar que con ella se ha de vencer a los enemigos de Cristo y tiene doble filo porque el caballero ha de defender la justicia y la caballería.LA LANZA simboliza la verdad y como ella es recta en el mango, su hierro se adelanta a la falsedad y el pendón hace que sea vista desde lejos,EL YELMO es símbolo de la vergüenza y así como ésta defiende al caballero de los hechos indignos,EL CASCO de hierro defiende la cabeza, la parte más importante del cuerpo humano.LA LORIGA significa el muro que rodea al castillo por todas partes para que no puedan entrar en él la deslealtad ni otros vicios. Vemos una imagen a continuación.LAS CALZAS DE HIERRO dan seguridad al caballero y simbolizan la seguridad de los caminos que garantiza el caballero con su espada, lanza y demás armas.LAS ESPUELAS que animan al caballo son el símbolo de la diligencia que se ha de tener para cumplir con el orden de caballería.LA GORGUERA significa la obediencia y como ésta mantiene al caballero a las órdenes del señor evitando traiciones, injurias y defendiendo el cuello de heridas y golpes.LA MAZA es valor de coraje, este defiende al caballero contra todos los vicios y aquélla se enfrenta a todas las armas y ataca por todos lados.LA MISERICORDIA o PUÑAL recuerda que de nada sirven las armas sin la ayuda de Dios, último recurso como el puñal cuando todas las demás armas han fallado.EL ESCUDO se interpone entre el caballero y su enemigo como el caballero entre su rey y el pueblo para recibir los golpes destinados a su señor.LA SILLA DE MONTAR da seguridad al caballero, la que este debe inspirar a los demás.EL CABALLO significa la nobleza del valor del caballero para que cabalgue más alto que nadie, sea visto desde lejos, tenga más cosas debajo de sí y acuda rápidamente donde lo exija su deber de caballero.Al caballo se le ponen FRENO, TESTERA y GUARNIMIENTOS como símbolo de que el caballero debe refrenar su boca, ha de utilizar la cabeza y no actuar alocadamente, y está obligado a guardar sus bienes y riquezas para ejercer el oficio de caballero con honor «porque de la misma manera que no podría el caballo defenderse de golpes y heridas sin guarnimientos, tampoco el caballero sin aquellos bienes temporales puede mantener el honor de caballería; ni tampoco podría defenderse de malvados pensamientos; porque la pobreza del caballero hace pensar engaños y traiciones».LA TÚNICA o PERPUNT que recibe el caballero significa los grandes trabajos que habrá de sufrir en honor de la caballería, pues como ésta permanece expuesta a las inclemencias del tiempo y recibe los golpes antes que la loriga, así el caballero protege a todos y recibe los golpes antes que las personas que le han sido encomendadas.
El caballero recibe una SEÑA, DIVISA O ARMAS que irá sobre el escudo, la silla y la túnica para que sea conocido por todos y alabado si actúa bien y vituperado si es cobarde, flaco o retraído. Junto con la seña, el señor de caballeros y el príncipe recibe el estandarte o «señera» para significar «que los caballeros están en el deber de mantener el honor de su señor y su heredad».