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CésarVallejo nació en 1892 en Santiago de Chuco, una pequeña localidad al norte de Perú, y fue el más pequeño de una familia de once hijos. Era mestizo («el cholo Vallejo» lo llamaban sus amigos), y su mestizaje fue curiosamente simétrico: sus dos abuelos eran sacerdotes españoles; y sus dos abuelas, indígenas.
En 1923 viajó a París donde vivió hasta su expulsión en 1930, acusado de hacer propaganda comunista. Tras un año en España y algunos meses en Rusia,- países que visitó varias veces- regresó de nuevo a París donde permaneció hasta su muerte en 1938
Vallejo fue uno de los más importantes poetas del mundo hispánico por la innovación que su poesía significó para la poesía del siglo XX. Julio Ortega (Perú, 1942), en uno de los libros más decisivos que se han escrito sobre Vallejo, (César Vallejo. La escritura del devenir, Madrid, Taurus, 2014), afirmó que la poética vallejiana es “el proyecto más radical, riguroso y riesgoso de la poesía moderna en español”, porque se proyectó al futuro, al anticiparse a las Vanguardias, y su renovación del lenguaje se presenta “con la agudeza y la flexibilidad de un habla a la vez dramática e irónica, tribal y mundana, oral y arcaica, regional y técnica, pronta al neologismo y lo agramatical, remota y actual”. En definitiva, su lenguaje literario se adelanta a autores tan preeminentes en esa renovación como fueron Vicente Huidobro (Chile,1893-1948) o James Joyce (Irlanda, 1882-1941)
Y, sin embargo, a pesar de lo que tiene la poesía del autor peruano de búsqueda e innovación creadora, nunca deben de olvidarse sus palabras: “Hay un timbre humano, un latido vital y sincero, al cual debe propender el artista, a través de no importa qué disciplinas, teorías o procesos creadores. Dese esa emoción, seca, natural, pura, es decir, prepotente y eterna, y no importan los menesteres de estilo, manera, procedimiento, etc.”
Los heraldos negros (1919), Trilce (1922), Poemas humanos (1938) y España, aparta de mí este cáliz (1939) fueron sus más destacadas obras líricas y -sigue afimando Julio Ortega– uno solo de esos libros habría garantizado a su autor un lugar en la historia de la literatura. Que los cuatro salieran de las mismas entrañas sigue pareciendo un milagro.
Los Heraldos Negros (1919), es el título de la obra poética de Vallejo situada en su más temprana etapa y en el que se muestra todavía un cierto apego -aunque ya rompedor- ante unos declinantes aires modernistas. El libro consta de 69 poemas, divididos en seis secciones.
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