Crimen desarrollado en circunstancias misteriosas». Aquel titular de ABC captó de inmediato el interés de Federico García Lorca el 25 de julio de 1928. El poeta y dramaturgo, que acababa de publicar «Romancero gitano», estaba charlando con su amigo Santiago Ontañón en un cuarto de la Residencia de Estudiantes cuando un amigo común entró en la habitación y arrojó sobre la mesa un ejemplar de este diario. «Federico hojeó el periódico y exclamó: -¡La prensa! ¡Qué maravilla! ¡Leed esta noticia, es un drama difícil de inventar!».
Así relató la hispanista Marcelle Auclair en su «Vida y muerte de Federico García Lorca» esta anécdota que ya el propio literato granadino había desvelado al periódico «El Debate» el 1 de octubre de 1933, apenas unos meses después del exitoso estreno de «Bodas de sangre».
García Lorca declaró entonces al periodista que el tema de la obra lo había tomado de un suceso que leyó en la prensa diaria y, en otra ocasión, señaló que había comenzado a trabajar en ella en 1928, tras aquel trágico suceso que conmocionó a Almería y al resto del país.
En un cortijo de Níjar todo estaba previsto para que se celebrara una boda. El novio y numerosos invitados aguardaban para que comenzara la ceremonia, pero la novia no llegaba. Cansados de esperar, los invitados se fueron retirando contrariados. Uno de ellos se encontraba ya a unos ocho kilómetros de la casa cuando se topó con el cadáver ensangrentado de un primo de la novia, Francisco Montes Cañada. A sus voces de auxilio acudieron otros de los invitados y la Guardia Civil, que al poco dieron con la chica. Se había ocultado cerca y tenía las ropas desgarradas. La novia, que fue detenida, explicó que había intentado fugarse con su primo a caballo, pero fueron sorprendidos por un hombre que mató a tiros a Montes Cañada. También fue detenido el novio, quien negó toda participación en este crimen que aparecía «envuelto en el mayor misterio».
En los días siguientes, ABC continuó informando de este suceso hasta que por fin, el 28 de agosto, aclaró el misterio de la cortijada de Níjar. La novia a la fuga, Francisca Cañada Morales, había acusado a un hermano del novio y éste había terminado por confesar el delito. José Pérez Pino declaró haber bebido en exceso en el cortijo y haberse encontrado por el camino de regreso con los fugados. Al verlos, sintió «tal ofuscación y vergüenza por la ofensa que se infería a su hermano», que se abalanzó sobre Francisco y arrebatándole el revólver que llevaba, lo mató de tres disparos.
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