viernes, 3 de noviembre de 2023

Juegos literarios de quinto y sexto año

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ZUS-QBF-VZJ

Guía de trabajo para "Antes del desayuno"

 Lee y analiza detenidamente el texto para comprender la trama, los personajes, los diálogos y los temas que aborda. Presta atención a los detalles y a las relaciones entre los personajes.

Profundiza en la psicología de los personajes. ¿Cuáles son sus motivaciones, deseos y conflictos? ¿Cómo se relacionan entre sí? Trata de entender sus arcos de desarrollo a lo largo de la obra.

Imagina diferentes escenografías, vestuarios y elementos de escena que puedan potenciar la narrativa. Piensa en cómo los espacios y los objetos pueden reflejar el estado emocional de los personajes.

La música y los efectos sonoros pueden ser herramientas poderosas para crear atmósferas emocionales. Piensa en cómo la música y el sonido pueden complementar y realzar la narrativa.

Responde:

  1. 1- ¿Cómo interpretas el título "Antes del Desayuno"? ¿Qué simboliza o sugiere para ti en relación con la trama y los personajes de la obra?


  2. 2- ¿Cuál crees que es el conflicto central de la obra y cómo se desarrolla a lo largo de la historia? ¿Existen conflictos subyacentes que puedan ser igualmente relevantes?


  3. 3- ¿Qué papel juega el entorno y la configuración del escenario en la narrativa y en el desarrollo de los personajes? ¿Cómo podrías representar visualmente estos elementos de manera innovadora?


  4. 4- ¿Cómo se relacionan los personajes entre sí y cómo evolucionan a lo largo de la obra? ¿Puedes identificar momentos clave de cambio o revelación en sus arcos de desarrollo?

  5. 5- ¿Qué temas o mensajes crees que O'Neill intenta transmitir a través de la obra?

    1. 6- ¿Cómo podrías incorporar la música y el sonido de manera innovadora para amplificar la atmósfera y las emociones en la representación?


    2. 7- ¿Qué recursos visuales o multimedia podrían complementar la puesta en escena y añadir capas de significado a la narrativa?


    3. 8- ¿Qué enfoques de actuación y dirección podrían destacar aspectos particulares de los personajes y la trama de manera inesperada y emocionante?


    4. 9- ¿Qué simbolismos o metáforas encuentras en la obra y cómo podrías resaltarlos de manera creativa en la representación?


    5. 10- ¿Qué cambios o ajustes podrías hacer en el guión o la estructura para ofrecer una interpretación fresca y novedosa de la obra?

  6. Debes responder las preguntas en hoja para entregar con tu nombre, apellido y grupo.

lunes, 30 de octubre de 2023

"Antes del desayuno" Eugene O´neill

 Escenario: Una pequeña habitación que sirve a un tiempo de cocina y comedor en un departamento de la calle Christopher, en Nueva York. A foro, una puerta que lleva al vestíbulo. A la izquierda de la puerta, una pileta y una cocina de gas de dos mecheros. Más allá de la cocina y hacia la pared de la izquierda, un armario de madera para platos, etcétera. A la izquierda, dos ventanas que dan sobre una escalera de emergencia, donde varias plantas en sus tiestos agonizan en el abandono. Delante de las ventanas, una mesa cubierta con un hule. Dos sillas con asiento de caña junto a la mesa. Otra contra la pared, a la derecha de la puerta del foro. En la pared de la derecha, foro, una puerta que lleva a la alcoba. Más adelante, diversas prendas de vestir de hombre y de mujer prenden de unas clavijas. Desde el rincón de la izquierda, foro, hasta la pared de la derecha, primer término, hay tendida una cuerda con ropa.

 Son aproximadamente las ocho y media de la mañana de un día hermoso y lleno de sol, a comienzos de otoño.

 La señora Rowland viene de la alcoba, bostezando, dando aún los últimos toques a su desaliñado tocado, insertando horquillas en su cabello, recogido en pardusca masa en lo alto de su cabeza redonda. Es de mediana estatura y propensa a una gordura sin líneas, acentuada por su vestido azul deformado, humilde y raído. Su rostro es impersonal, de facciones pequeñas y regulares y ojos extrañamente azules. En sus ojos, su nariz y su boca débil y rencorosa, hay una expresión atormentada. Tiene poco más de veinte años, pero parece mucho mayor.

 Llega al centro de la habitación y bosteza, desperezándose. Sus soñolientos ojos se pasean absortos por todo lo que la rodea, con la irritación propia de aquel para quien un largo sueño no ha significado un largo descanso. Va con aire cansado hacia la ropa que cuelga a la derecha y descuelga un delantal. Se lo ciñe a la cintura, dejando escapar un “maldito sea” cuando el nudo no obedece a sus torpes dedos. Por fin consigue atarlo y va lentamente hacia la cocina a gas y enciende uno de los mecheros. Llena la cafetera en la pileta y la pone sobre la llama. Luego se desploma en una silla que está junto a la mesa y se pone una mano sobre la frente, como si le doliera la cabeza. De pronto su rostro se ilumina como si recordara algo y mira el armario de los platos; luego dirige una penetrante mirada hacia la puerta del dormitorio y escucha atentamente durante unos instantes. 

SRA. ROWLAND (en voz baja) - ¡Alfredo! ¡Alfredo! (del cuarto contiguo no llega respuesta alguna y la señora Rowland prosigue con tono desconfiado, alzando la voz) No tienes que fingir que estás dormido. (De la alcoba no llega la menor respuesta y la señora Rowland, tranquilizada, se levanta y va cautelosamente hacia el armario. Abre con lentitud una de las puertas, cuidando mucho de no hacer ruido y saca de su escondite detrás de los platos una botella de ginebra Gordon y un vaso. Al hacerlo, mueve el plato de arriba, que tintinea levemente. Al oír esto, la señora Rowland sufre un sobresalto culpable y mira con malhumorado desafío la puerta del cuarto contiguo. Con la voz trémula:) ¡Alfredo!

 (Después de una pausa, durante la cual trata de percibir algún sonido, toma el vaso y se sirve una buena cantidad de ginebra y lo apura; luego, precipitadamente, repone la botella y el vaso en su escondite. Cierra el armario con el mismo cuidado con que lo ha abierto y con un gran suspiro de alivio se deja caer nuevamente en su silla. La gran dosis de alcohol le ha causado un efecto casi inmediato. Sus facciones se vuelven más animadas, parece cobrar energías y mira la puerta de la alcoba con una sonrisa dura y vengativa. Sus ojos pasean una rápida mirada por la habitación y se posan sobre un saco y un chaleco de hombre que penden a la derecha. Se encamina cautelosamente 2 hacia la puerta abierta y se detiene allí, sin que la vea el que está adentro, y escucha, tratando de sorprender algún movimiento.)

 (Llamando, casi en un susurro) ¡Alfredo!

 (Nuevamente, no hay respuestas. Con ágil movimiento, la señora Rowland descuelga el saco y el chaleco y vuelve con ellos a su silla. Se sienta y saca los diversos objetos que contiene cada bolsillo, pero los reintegra rápidamente a su sitio. Por fin, en el bolsillo interior del chaleco encuentra una carta)

 (Mirando la letra se dice lentamente) Lo sabía.

 (Abre la carta y la lee. En el primer momento, su expresión revela odio e ira, pero a medida que avanza en la lectura hasta acabarla se trueca en triunfante malignidad. Durante un instante queda muy pensativa. Luego vuelve a poner la carta en el bolsillo del chaleco, y, cuidando aún de no despertar al durmiente, cueLga nuevamente las pendas en la misma clavija, va hacia la puerta de la alcoba y atiba.)

 (Con voz sonora y chillona) ¡Alfredo! (Más fuerte) ¡Alfredo! (Del cuato contiguo llega un gemido ahogado que se confunde con un bostezo) ¿No te parece que ya es hora de levantarte? ¿Piensas quedarte en cama todo el día? (Volviéndose y regresando a su silla) Ya sé que eres lo suficientemente haragán para pasarte la vida en la cama. (Se sienta, mira por la ventana y dice, con irritación) ¿Qué hora será? Ya no podemos saberlo desde que empeñaste estúpidamente tu reloj. Era el último objeto de valor que teníamos, y lo sabías. Sólo has pensado en empeñar, empeñar, empeñar… Cualquier cosa con tal de alejar la hora de buscar empleo, cualquier cosa con tal de no trabajar como un hombre. (Golpea el suelo con el pie nerviosamente, mordiéndose los labios) (Después de una breve pausa) ¡Alfredo! Levántate… ¿Me oyes? Quiero hacer esa cama antes de salir. Estoy harta de que esto esté en desorden por tu culpa. (Con cierta vengativa satisfacción) Y por cierto que no podremos quedarnos mucho tiempo aquí, a menos que consigas dinero en alguna parte. Dios sabe que yo hago lo mío – y más aún – yendo a coser a domicilio todos los días, mientras tú haces el caballero y holgazaneas por las tabernas con ese hato de inútiles artistas del Square.

 (Breve pausa, durante la cual la señora Rowland juega nerviosamente con una taza y un platito que están sobre la mesa). ¿Y dónde conseguirán dinero, quisiera saber yo? En esta semana tenemos que pagar el alquiler, y ya sabes cómo es el dueño de casa. No nos dejará vivir aquí un solo minuto más si no le pagamos puntualmente. Dices que no puedes conseguir trabajo. Eso es mentira, y tú lo sabes. Nunca lo buscaste, siquiera. Te pasas los días vagabundeando por ahí, escribiendo poemas y cuentos estúpidos que nadie quiere comprar… y me explico que no quieran comprarlos. Pero advierto que yo siempre puedo conseguir trabajo y lo consigo; y sólo eso nos salva de morirnos de hambre. 

(Se levanta y va hacia la cocina, mira la cafetera para ver si el agua hierve y vuelve y se sienta.) Hoy tendrás que conseguir dinero en alguna parte. Yo no puedo hacerlo todo y no lo haré. Tienes que recobrar el sentido común. Tienes que pedirlo, mendigarlo o robarlo donde sea (Con desdeñosa risa) Pero… ¿dónde, quisiera yo saber? Eres demasiado orgulloso para mendigar y has pedido ya todos los préstamos posibles, y no tienes valor para robar.

 (Después de una pausa, levantándose irritada) ¡Por amor de Dios! ¿No te has levantado todavía? Es muy propio de ti eso de volverte a dormir, o de fingirlo. (Va hacia la puerta del dormitorio y atisba) ¡Ah, te has levantado! Bueno, ya era hora. No tienes por qué mirarme así. Tus desplantes no me engañan, ya. Te conozco demasiado… mejor de lo que supones… a ti y a tus andanzas.

  (Alejándose de la puerta, con tono significativo) Conozco un montón de cosas, querido. Ahora no te preocupes de lo que sé. Te lo diré antes de irme, no te aflijas. (Va hacia el centro del aposento y se detiene allí, frunciendo el ceño)

 (Con tono irritado) ¡Hum! ¡Supongo que más vale preparar el desayuno… y no porque haya mucho que preparar! (Con tono de interrogación) Salvo que tengas algún dinero… (Hace una pausa esperando una respuesta del cuarto contiguo, que no llega) ¡Qué pregunta estúpida! (Con dura risita) A estas horas, yo debiera conocerte mejor ya. Cuando te fuiste anoche tan malhumorado, me imaginé qué pasaría. No se te puede tener la menor confianza. ¡En lindo estado viniste a casa! Nuestra riña sólo te sirvió de pretexto para mostrarte bestial. ¿De qué te valió empeñar el reloj si sólo querías dinero para derrocharlo en whisky?

 (Va hacia el armario y saca platos, tazas, etcétera, mientras habla.)

 ¡Apresúrate! Últimamente, gracias a ti, no tardo mucho en preparar el desayuno. Esta mañana sólo tenemos pan, manteca y café: y ni siquiera tendrías eso si yo no me estropeara los dedos cosiendo. El pan está duro. Supongo que te gustará. Tú no te mereces nada mejor, pero no veo por qué he de sufrir yo. (Yendo hacia la cocina de gas) El café dentro de un momento, y no esperes que te lo sirva.

 (Repentinamente, con violenta ira) ¿Qué diablos estás haciendo ahora? (Va hacia la puerta y atisba) Bueno, por lo menos estás casi vestido. Creí que te habías metido en la cama de nuevo. Eso sería muy propio de ti. ¡Qué aspecto horrible tienes esta mañana! ¡Aféitate, por amor de Dios! ¡Estás repulsivo! Pareces un vagabundo. Por algo nadie quiere darte empleo. No los culpo… Tu aspecto no es ni aun medianamente decente. (Va hacia la cocina de gas) Aquí hay mucha agua caliente. No tienes la menor excusa. (Toma un tazón y vierte en él un poco de agua de la cafetera) Toma.

 (Él tiende la mano en procura del tazón. Se ve una mano sensible, de finos dedos, que tiembla, y parte del agua se derrama sobre el piso.)

 (La señora Rowland, con tono insultante) ¡Mira cómo te tiembla la mano! Más vale que abandones la bebida. No puedes soportarla. Los hombres como tú son los mejores candidatos al delirium tremens. ¡Eso sería la gota que hace desbordar el vaso! (Mirando el piso) Mira cómo has dejado el piso… hay colillas y cenizas en toda la habitación. ¿Por qué no los tiraste sobre el plato? No, no serías lo bastante considerado para hacerlo. Nunca piensas en mí. Tú no tienes que barrer la habitación, y eso es todo lo que te importa.

 (Toma la escoba y empieza a barrer malignamente, levantando una nube de polvo. De las habitaciones interiores llega el rumor de una navaja de afeitar que afilan)

 (Barriendo) ¡Apresúrate! Ya debe ser casi hora de que me vaya. Si llegara tarde, me expondría a perder mi empleo y entonces ya no te podría seguir manteniendo. (Y al ocurrírsele algo más, agrega sarcásticamente) Y entonces, tendrías que trabajar o hacer alguna cosa horrible de esa especie. (Barriendo debajo de la mesa.) Lo que quiero saber es si buscarás hoy trabajo o no. Sabes que tu familia no nos seguirá ayudando. También ellos ya están hartos de ti. (Después de barrer en silencio durante unos instantes) Estoy cansada de toda esta vida. Ganas me dan de irme a casa, pero soy demasiado orgullosa para permitir que te sepan un fracasado… a ti, el hijo único del millonario Rowland, el egresado de Harvard, el poeta, el hombre notable del pueblo… ¡Bah! (Con amargura) No serían muchas las que me envidiarían mi hombre notable si supieran la verdad. Me gustaría saber una cosa… ¿Qué ha sido nuestro matrimonio? Aun antes de que tu padre millonario muriera debiéndole dinero a todo el mundo, nunca derrochaste un solo minuto a tu esposa. Supongo que, a tu entender, yo debía darme por satisfecha con tu honorable actitud al casarte conmigo… después 4 de haberme puesto en dificultades. Yo te avergonzaba ante tus refinados amigos porque mi padre sólo es un almacenero, eso es lo cierto. Por lo menos es un hombre honrado, y tú no podrías decir lo mismo del tuyo. (Sigue barriendo enérgicamente hacia la puerta. Se apoya sobre su escoba por un momento)

 Suponías que todos creerían que te habías visto obligado a casarte conmigo y te compadecerían… ¿verdad? No vacilaste mucho para decirme que me querías y para hacerme creer en tus mentiras antes de que sucediera aquello… ¿no es cierto? Me hiciste suponer que no querías que tu padre me sobornara, como trató de hacerlo. Pero ya sé a qué atenerme. Por algo he vivido tanto tiempo contigo. (Sombríamente) Es una suerte que nuestro pobre hijo naciera muerto, después de todo… ¡Qué padre hubieras sido !

 (Permanece en silencio y cavilando hoscamente durante un instante, y luego prosigue con una suerte de salvaje alegría)

 Pero no soy la única que tiene que agradecerte su desdicha. Hay, por lo menos, otra y esa no puede tener esperanzas de casarse contigo ahora. (Asoma la cabeza al cuarto contiguo) ¿Qué me dices de Elena? (Retrocede del vano de la puerta con un sobresalto, algo asustada)

 ¡No me mires así! Sí, he leído esa carta. ¿Y qué? Tenía derecho a leerla. Soy tu esposa. Y sé todo lo que hay que saber, de modo que no me mientas. No tienes por qué mirarme así. Ya no podrás intimidarme con esos aires de hombre superior. Si no fuese por mí, te irías sin desayunarte esta mañana. (Va hacia la cocina de gas y echa café en la cafetera) El café está listo. No te esperaré. (Vuelve a sentarse)

 (Después de una pausa, llevándose la mano a la cabeza, malhumorada) ¡Cómo me duele la cabeza esta mañana! Es una vergüenza que deba irme a trabajar todo el día en una habitación asfixiante, en este estado. Y no iría si fueras un hombre. Debiera ser yo quien pasara el día tendida en la cama, y no tú. Bien sabes lo enferma que he estado en este último año; y, sin embargo, cuando tomo alguna pequeñez para levantarme el ánimo, me lo echas en la cara. Ni siquiera quisiste dejarme tomar ese tónico que compré en la farmacia. (Con risa cruel) Sé que alegraría verme muerta y que no te estorbara; entonces podrías correr detrás de esas muchachas estúpidas que te creen maravilloso e incomprendido… Esa Elena y las demás. (Del cuarto contiguo llega una aguda exclamación de dolor)

 (Con satisfacción) ¡Claro! ¡Ya sabía yo que te cortarías! Eso te servirá de lección. Bien sabes que no debes pasarte las noches vagabundeando por ahí y bebiendo, con tus nervios en tan deplorables condiciones. (Va hacia la puerta y se asoma a la otra habitación)

 ¿Por qué estás tan pálido? ¿Por qué te miras así, fijamente, en el espejo? ¡Por amor de Dios! ¡Quítate esa sangre de la cara! (Con escalofrío) Es horrible. (Con tono de alivio) Bueno, ya estás mejor. Nunca he podido soportar el espectáculo de la sangre. (Se aparta un poco de la puerta) Más vale que renuncies a afeitarte solo y vayas a una peluquería. Tu mano tiembla horriblemente. ¿Por qué me miras así? (Se aleja de la puerta) ¿Todavía estás furioso conmigo a causa de la carta? (Desafiante) Pues yo tenía derecho a leerla. Soy tu esposa. (Va hacia la silla y vuelve a sentarse. Después de una pausa) Hace tiempo que estoy enterada de que tienes una aventura. Tus débiles pretextos de que te pasabas el tiempo en la biblioteca no me engañaron. Y, después de todo… ¿quién es esa Elena? ¿Una de esas artistas? ¿O también escribe poemas? A juzgar por su carta, lo parece. Apostaría a que te dijo que tus cosas eran lo mejor que se había escrito en el mundo, y que te lo creíste como un imbécil. ¿Es joven y linda? También yo era joven y linda cuando me engañaste con tu hermosa palabrería poética; pero la vida contigo la consume pronto a cualquiera. ¡Las que he pasado!

 (Va hacia la cocina de gas y retira el café) El desayuno está listo. (Con una mirada de desdén) Se te enfriará el café. ¿Qué estás haciendo? ¿Afeitándote, todavía? ¡Por amor de Dios! Más vale que renuncies a eso. Una de estas mañanas te harás un buen tajo. (Se corta pan y lo unta con manteca. Durante los párrafos siguientes, come y bebe su café) 

Tendré que irme corriendo apenas concluya de comer. Uno de nosotros tiene que trabajar. (Irritada) ¿Vas a buscar trabajo hoy o no? Seguramente, alguno de tus refinados amigos te ayudaría si te creyera realmente tan talentoso. Pero supongo que todos ellos prefieren oírte hablar. (Se queda sentada en silencio durante un momento)

 Lo siento por esa Elena, sea quien sea. ¿No tienes ninguna consideración por los demás? ¿Qué dirá su familia? Veo que ella la menciona en su carta. ¿Qué hará? ¿Alumbrar al niño… o ir a ver a uno de esos médicos? Linda situación, hay que confesarlo. ¿Dónde conseguiría el dinero? ¿Es rica? (Espera alguna respuesta a esta andanada de preguntas) 

Hum… No me dirás nada sobre ésa… ¿verdad? ¡Tanto me da! Después de todo, no lo lamento por ella. Sabía qué estaba haciendo. A juzgar por su carta, no es una colegiala como lo era yo. ¿Sabe que estás casado? Claro que debe saberlo. Todos tus amigos están enterados de tu infortunado matrimonio. Sé que te compadecen, pero no conocen mi versión del asunto. Hablarían de otro modo si la conociesen.

 (Está demasiado ocupada comiendo para seguir hablando, durante un segundo o dos.)

 Esa Elena debe ser una buena pieza, si sabe que eres casado. ¿Qué esperaba? ¿Qué yo te concediera el divorcio y te dejara casarte con ella? ¿Cree que soy lo bastante chiflada para eso… después de todas las que me hiciste pasar? ¡Por cierto que no! Y tu no podrías conseguir el divorcio de mí y bien lo sabes. Nadie podrá decir jamás que yo he hecho algo malo (Apura el resto de su café) 

Ella merece sufrir, es todo lo que puedo decirte. Te diré lo que pienso: creo que tu Elena no pasa de ser una vulgar trotacalles. Esa es mi opinión. (Del cuarto contiguo llega un sofocado gemido.)

¿Has vuelto a cortarte? Bien merecido lo tienes. (Se levanta y se quita el delantal) Bueno, tengo que irme sin demora. (Malhumorada) ¡Vaya una vida la que llevo! No soportaré por más tiempo tu haraganería. (Oye algo y hace una pausa, escuchando atentamente) ¡Eso es! ¡Has volcado toda el agua! No digas que no. La oigo gotear por el piso. (Una vaga aprensión aparece en su rostro) ¡Alfredo! ¿Por qué no contestas?

 (Va lentamente hacia la otra habitación. Se oye caer una silla y algo que se desploma pesadamente en el suelo. La señora Rowland se detiene, temblando de pánico, y exclama:)

 ¡Alfredo! ¡Alfredo! ¡Contéstame! ¿Qué has hecho caer? ¿Estás borracho, todavía? (Incapaz de soportar la tensión ni por un momento más, se lanza hacia la puerta del dormitorio.)

 ¡Alfredo!

 (Se detiene en el umbral, mirando el suelo del cuarto interior transfigurada de horror. Luego lanza un salvaje alarido y corre hacia la puerta, hace girar la llave y la abre frenéticamente de par en par. Y se precipita al vestíbulo gritando como una loca.)

                                                                       

                                                                                   TELÓN

Teatro del siglo XX

 El teatro del siglo XX sufrió la competencia del cine y la TV, por este motivo, es diferente al teatro clásico por ello incorporó desarrollos tecnológicos a favor de la escenografía, luces, música, maquillaje, etc.

Los directores adquieren gran importancia a veces más que los autores ya que asumen un rol de adaptar las obras realizándoles modificaciones que en muchos casos se refleja en su propia impronta personal. Los textos teatrales se editan en menor medida que otros géneros, al público le interesa menos leer teatro que asistir a una obra puesta en escena.

Cronología:

a- teatro realista: Stanislavsky. Crea un clima de cotidianeidad en sus obras, hay un absoluto realismo en el texto. Los dramaturgos que más trabajaron este teatro fueron Chejov y Florencio Sánchez quien decía: "Quiero ofrecer a la humanidad un espejo en el que vea reflejados sus vicios, sus miserias".


b- Teatro poético: surge como reacción al realismo y al vaudeville (teatro picaresco de gran consumo en Francia). Se convirtió en un teatro elitista desconectado del contexto socio-político. Uno de sus mayores exponentes fue Federico García Lorca.


c- Teatro expresionista. Presenta a sus personajes como prototipos, no hay una visión sicologista de los mismos. Los rasgos son exagerados y caricaturescos.


d- Luigi Pirandello. Presenta el teatro al desnudo, sus mecanismos internos, niega que el teatro represente la vida como si fuese una copia. Utiliza la fórmula del teatro dentro del teatro.


e- Teatro norteamericano. Hubo 3 hechos importantes: primero la institución del Premio Pulitzer en 1911 que se convirtió en un estímulo para los jóvenes dramaturgos, en segundo lugar la aparición de Eugene O'neill. Su madre fue pianista lo que fomentó su gusto por el arte en general, su padre era director de una compañía teatral. En 1920 gana el premio Pulitzer por "Beyond the horizon". En tercer lugar la creación del Guild Theatre fuera del ámbito comercial.


viernes, 15 de septiembre de 2023

"Los heraldos negros" César Vallejo

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

"A mi hermano Miguel" César Vallejo

 A mi hermano Miguel

In memoriam

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: «Pero, hijos…»

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores,
después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.


Biografía de César Vallejo


 https://www.youtube.com/watch?v=1rMxzo8xlJQ

CésarVallejo nació en 1892 en Santiago de Chuco, una pequeña localidad al norte de Perú, y fue el más pequeño de una familia de once hijos. Era mestizo («el cholo Vallejo» lo llamaban sus amigos), y su mestizaje fue curiosamente simétrico: sus dos abuelos eran sacerdotes españoles; y sus dos abuelas, indígenas.

En 1923 viajó a París donde vivió hasta su expulsión en 1930, acusado de hacer propaganda comunista. Tras un año en España y algunos meses en Rusia,- países que visitó varias veces- regresó de nuevo  a París donde permaneció hasta su muerte en 1938

Vallejo fue uno de los más importantes poetas del mundo hispánico por la  innovación que su poesía significó para la poesía del siglo XX. Julio Ortega (Perú, 1942), en uno de los libros más decisivos que se han escrito sobre Vallejo, (César Vallejo. La escritura del devenir, Madrid, Taurus, 2014), afirmó que la poética vallejiana  es “el proyecto más radical, riguroso y riesgoso de la poesía moderna en español”, porque se proyectó al futuro, al anticiparse  a las Vanguardias, y su renovación del lenguaje se presenta “con la agudeza y la flexibilidad de un habla a la vez dramática e irónica, tribal y mundana, oral y arcaica, regional y técnica, pronta al neologismo y lo agramatical, remota y actual”.  En definitiva, su lenguaje  literario se adelanta a autores tan preeminentes en esa renovación como fueron Vicente Huidobro (Chile,1893-1948) o James Joyce (Irlanda, 1882-1941)

Y, sin embargo, a pesar de lo que tiene la poesía del autor peruano de búsqueda e innovación creadora, nunca deben de olvidarse sus palabras: “Hay un timbre humano, un latido vital y sincero, al cual debe propender el artista, a través de no importa qué disciplinas, teorías o procesos creadores. Dese esa emoción, seca, natural, pura, es decir, prepotente y eterna, y no importan los menesteres de estilo, manera, procedimiento, etc.”

Los heraldos negros (1919), Trilce (1922), Poemas humanos (1938) y España, aparta de mí este cáliz (1939) fueron sus más destacadas obras líricas y -sigue afimando Julio Ortega– uno solo de esos libros habría garantizado a su autor un lugar en la historia de la literatura. Que los cuatro salieran de las mismas entrañas sigue pareciendo un milagro.

Los Heraldos Negros (1919), es el título de la obra poética de Vallejo situada en su más temprana etapa y en el que se muestra todavía un cierto apego -aunque ya rompedor- ante unos declinantes aires modernistas. El libro consta de 69 poemas, divididos en seis secciones.




martes, 22 de agosto de 2023

"El libro de arena" Jorge Luis Borges

 

Jorge Luis Borges


...thy rope of sands...

George Herbert (1593-1623)

La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúmenes... No, decididamente no es éste, more geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico.

Yo vivo solo, en un cuarto piso de la calle Belgrano. Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Acaso mi miopía los vio así. Todo su aspecto era de pobreza decente. Estaba de gris y traía una valija gris en la mano. En seguida sentí que era extranjero. Al principio lo creí viejo; luego advertí que me había engañado su escaso pelo rubio, casi blanco, a la manera escandinava. En el curso de nuestra conversación, que no duraría una hora, supe que procedía de las Orcadas.

Le señalé una silla. El hombre tardó un rato en hablar. Exhalaba melancolía, como yo ahora.

- Vendo biblias - me dijo.

No sin pedantería le contesté:

- En esta casa hay algunas biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente biblias lo que me falta.

Al cabo de un silencio me contestó:

- No sólo vendo biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese. Lo adquirí en los confines de Bikanir.

Abrió la valija y lo dejó sobre la mesa. Era un volumen en octavo, encuadernado en tela. Sin duda había pasado por muchas manos. Lo examiné; su inusitado peso me sorprendió. En el lomo decía Holy Writ y abajo Bombay.

- Será del siglo diecinueve - observé.

- No sé. No lo he sabido nunca - fue la respuesta.

Lo abrí al azar. Los caracteres me eran extraños. Las páginas, que me parecieron gastadas y de pobre tipografía, estaban impresas a dos columnas a la manera de una biblia. El texto era apretado y estaba ordenado en versículos. En el ángulo superior de las páginas había cifras arábigas. Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras. Llevaba una pequeña ilustración, como es de uso en los diccionarios: un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño.

Fue entonces que el desconocido me dijo:

- Mírela bien. Ya no la verá nunca más.

Había una amenaza en la afirmación, pero no en la voz.

Me fijé en el lugar y cerré el volumen. Inmediatamente lo abrí. En vano busqué la figura del ancla, hoja tras hoja. Para ocultar mi desconcierto, le dije:

- Se trata de una versión de la Escritura en alguna lengua indostánica, ¿no es verdad?

- No - me replicó.

Luego bajó la voz como para confiarme un secreto:

- Lo adquirí en un pueblo de la llanura, a cambio de una rupias y de la Biblia. Su poseedor no sabía leer. Sospecho que en el Libro de los Libros vio un amuleto. Era de la casta más baja; la gente no podía pisar su sombra, sin contaminación. Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.

Me pidió que buscara la primera hoja.

Apoyé la mano izquierda sobre la portada y abrí con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro.

- Ahora busque el final.

También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía:

- Esto no puede ser.

Siempre en voz baja el vendedor de biblias me dijo:

- No puede ser, pero es. El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número.

Después, como si pensara en voz alta:

- Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo.

Sus consideraciones me irritaron. Le pregunté:

- ¿Usted es religioso, sin duda?

- Sí, soy presbiteriano. Mi conciencia está clara. Estoy seguro de no haber estafado al nativo cuando le di la Palabra del Señor a trueque de su libro diabólico.

Le aseguré que nada tenía que reprocharse, y le pregunté si estaba de paso por estas tierras. Me respondió que dentro de unos días pensaba regresar a su patria. Fue entonces cuando supe que era escocés, de las islas Orcadas. Le dije que a Escocia yo la quería personalmente por el amor de Stevenson y de Hume.

- Y de Robbie Burns - corrigió.

Mientras hablábamos yo seguía explorando el libro infinito. Con falsa indiferencia le pregunté:

- ¿Usted se propone ofrecer este curioso espécimen al Museo Británico?

- No. Se lo ofrezco a usted - me replicó, y fijó una suma elevada.

Le respondí, con toda verdad, que esa suma era inaccesible para mí y me quedé pensando. Al cabo de unos pocos minutos había urdido mi plan.

- Le propongo un canje - le dije -. Usted obtuvo este volumen por unas rupias y por la Escritura Sagrada; yo le ofrezco el monto de mi jubilación, que acabo de cobrar, y la Biblia de Wiclif en letra gótica. La heredé de mis padres.

- A black letter Wiclif - murmuró.

Fui a mi dormitorio y le traje el dinero y el libro. Volvió las hojas y estudió la carátula con fervor de bibliófilo.

- Trato hecho - me dijo.

Me asombró que no regateara. Sólo después comprendería que había entrado en mi casa con la decisión de vender el libro. No contó los billetes, y los guardó.

Hablamos de la India, de las Orcadas y de los jarls noruegos que las rigieron. Era de noche cuando el hombre se fue. No he vuelto a verlo ni sé su nombre.

Pensé guardar el Libro de Arena en el hueco que había dejado el Wiclif, pero opté al fin por esconderlo detrás de unos volúmenes descabalados de Las Mil y Una Noches.

Me acosté y no dormí. A las tres o cuatro de la mañana prendí la luz. Busqué el libro imposible, y volví las hojas. En una de ellas vi grabada una máscara. El ángulo llevaba una cifra, ya no sé cual, elevada a la novena potencia.

No mostré a nadie mi tesoro. A la dicha de poseerlo se agregó el temor de que lo robaran, y después el recelo de que no fuera verdaderamente infinito. Esas dos inquietudes agravaron mi ya vieja misantropía. Me quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del Libro, casi no me asomaba a la calle. Examiné con una lupa el gastado lomo y las tapas, y rechacé la posibilidad de algún artificio. Comprobé que las pequeñas ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra. Las fui anotando en una libreta alfabética, que no tardé en llenar. Nunca se repitieron. De noche, en los escasos intervalos que me concedía el insomnio, soñaba con el libro.

Declinaba el verano, y comprendí que el libro era monstruoso. De nada me sirvió considerar que no menos monstruoso era yo, que lo percibía con ojos y lo palpaba con diez dedos con uñas. Sentí que era un objeto de pesadilla, una cosa obscena que infamaba y corrompía la realidad.

Pensé en el fuego, pero temí que la combustión de un libro infinito fuera parejamente infinita y sofocara de humo al planeta.

Recordé haber leído que el mejor lugar para ocultar una hoja es un bosque. Antes de jubilarme trabajaba en la Biblioteca Nacional, que guarda novecientos mil libros; sé que a mano derecha del vestíbulo una escalera curva se hunde en el sótano, donde están los periódicos y los mapas. Aproveché un descuido de los empleados para perder el Libro de Arena en uno de los húmedos anaqueles. Traté de no fijarme a qué altura ni a qué distancia de la puerta.

Siento un poco de alivio, pero no quiero ni pasar por la calle México.

lunes, 21 de agosto de 2023

El cubismo

 

CUBISMO:
Se inicia con la obra "las señoritas de Avignon" de Pablo Picasso.
Los autores de esta corriente son austeros con el color; utilizan colores neutros, grises, marrones.
Los dos autores principales de esta corriente son Picasso y Braque.
Se renuncia a la perspectiva tradicional, a los colores reales, a ver las figuras desde el punto de vista único.
Los temas son menos importantes que el tratamiento.
Buscan figuras cotidianas: tren, automóvil. Se exalta el plano, se rescatan escenas interiores.
Pintura figurativa que "destroza" las formas. Se crea al gusto del pinto, rompe con los tabúes del arte occidental, no se pinta con normas.
El pintor más famoso es Picasso que pinta en 1907 "las señoritas de Avignon", en la que se elimina la profundidad y es una representación dimensional => Cubismo Puro.
Dentro del cubismo podemos distinguir dos fases: el cubismo analítico y el cubismo sintético
Se ha situado el origen del Cubismo en dos fuentes muy distintas:
*.- de una parte, el impacto que causó en círculos artísticos de París la escultura primitiva africana - y, en opinión de muchos críticos, la ibérica -.
*.- de otra , la influencia del pintor francés Paul Cezanne y su tendencia a reducir los volúmenes de los objetos reales a elementos esenciales como el cilindro, el cubo y la esfera.
*.- Hay que añadir a estos antecedentes la reacción contra el fauvismo, tendencia pictórica en la que el estallido del color era uno de los aspectos más sobresalientes.
Los creadores que iniciaron las experimentaciones cubistas fueron Picasso y Braque.
El primer cuadro cubista, pintado por Picasso en 1907, fue "Las señoritas de Avignon".
Las figuras femeninas representadas en este lienzo están singularmente tratadas.
*.- Son formas planas, cuyas siluetas aparecen como fracturadas, y los trazos que las delimitan son siempre rectilíneos y angulares.
*.- Al mismo tiempo se intenta representar, al mismo tiempo, un rostro humano de frente y de perfil.
*.- El estilo cubista reclamó una pintura plana, bidimensional, opuesta a las técnicas tradicionales de la perspectiva y el claroscuro.
*.- Rechazó, asimismo la antigua teoría mantenida y seguida durante siglos, de que el arte era una imitación de la naturaleza.
Quizás por esto, aunque inicialmente los pintores cubistas tomaron como modelos los temas de la naturaleza y representaron rostros y figuras humanas, pronto centraron su temática en naturalezas muertas.
Éstas eran composiciones formadas con objetos usuales, agrupados casi siempre sobre una mesa, que carecían de profundidad, y en los que todos los elementos ocupaban el primer plano, gracias a una descomposición en facetas.
Desde los primeros años se estableció una estrecha relación entre Picasso y Braque, que permitió pasar al cubismo de una fase previa de experimentación a otra mas madura, entre los años 1910 y 1912.
*.- Guillaume Apollinaire fue quien en mayor medida contribuyó, con textos como el de Les Peintres cubistes, publicado en 1913, a elaborar la estética sustentadora del movimiento cubista.
Análisis de Las Señoritas de Avignon

El tema del cuadro ha sido fruto de diferentes interpretaciones, éstas están en relación con los dibujos preparatorios del cuadro.
El cambio principal entre estos bocetos y el cuadro final es que en los dibujos aparecen unas figuras masculinas: un marinero y un estudiante de medicina, figuras identificadas por detalles que aprecen o desaparecen según el dibujo de que se trate.
Siguiendo los dibujos se hace más factible la interpretación de que es una escena que transcurre en un prostíbulo, sobre todo al estar tan cercana a una obra como El harén. En el cuadro no aparecen esas figuras masculinas y con ello el efecto que se consigue es que el espectador en lugar de contemplar una habitación con unas prostitutas, pase a ser mirado por ellas, ellas son las que le interrogan, son quienes le solicitan un posicionamiento.
Este es uno de los rasgos fundamentales del arte del siglo XX, el espectador nunca más contempla una obra por la mera contemplación de la misma, tendrá que tomar partido, para terminar la imagen, para opinar sobre la imagen, para participar en la creación de la imagen que llegara a convertirse en una instalación.
En el cuadro priman dos aspectos: el primitivismo y la disgregación espacial
El primitivismo se ve en el rostro de estas mujeres y en el uso de la combinación de El primitivismo de los rostros tiene una doble vertiente: las dos figuras de la derecha muestran una relación más clara con la escultura negra, sobre todo de corte oceánico, mientras que las dos centrales.
La de la izquierda nos llevan a la estatuaria ibérica.
El interés de Picasso en este tipo de arte radica en el sentido totémico y las formas simplificadas.  Para Picasso el arte primitivo es algo emocional, por eso traspasa los límites de la forma, estas máscaras nos producen una sensación de miedo, excitan el sentimiento y es el aspecto que a Picasso le interesa destacar en este cuadro. En este primitivismo estaría recogiendo lo que de misterio y salvaje encontramos en el arte oceánico. colores: ocre-rosado y azul claro.
La disgregación espacial va a traer como consecuencia que el cuadro deje de ser la narración de una historia y pase a ser la construcción de objetos que se ofrecen a nosotros.
La unidad del cuadro tiene que venir dada por el espectador, es nuestra mirada la que los reune y la que le da sentido.
Picasso introduce diferentes puntos de vista en atención a una composición autónoma respecto de la percepción naturalista: la figura en cuclillas con el rostro completamente de espalda y dada la vuelta es una postura anatómicamente imposible, la segunda figura de la izquierda, está tumbada y a la vez se la ha levantado.
Pablo Picasso es considerado uno de los artistas más importantes del siglo XX. Polifacético, inventor de formas, innovador de técnicas y estilos, artista gráfico y escultor, creó más de 20.000 obras.
Falleció en Mougins en 1973, cuando preparaba dos exposiciones, demostrando su capacidad creativa hasta el final.